De la escasez a la prosperidad: el potencial de la restauración de las tierras degradadas
Conversamos con Miriam Medel, jefa de Relaciones Externas, Políticas y Promoción de la Secretaría de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD), sobre una crisis que frecuentemente queda opacada por otros titulares. Pero, ¿qué pasaría si la base de nuestra resiliencia estuviera, literalmente, bajo nuestros pies?
Aunque el 99% de las calorías que consumimos provienen directamente de la tierra, hemos degradado ya más del 40% de su superficie global. Lo que está en juego no es el planeta, sino la supervivencia de la especie humana, un diagnóstico que nos obliga a mirar al suelo con un nuevo sentido de urgencia.
Comprender la degradación de la tierra no es observar un problema aislado, sino identificar la raíz de múltiples crisis globales que se retroalimentan. Esta crisis, explica Miriam, se enmarca en el concepto de los "límites planetarios", un umbral de seguridad para la vida humana en la Tierra. Ya hemos rebasado cuatro de estos nueve límites, siendo el cambio en el uso del suelo uno de los más críticos. La magnitud de nuestra dependencia es abrumadora: cerca de 44 billones de dólares —la mitad del PIB mundial— dependen directamente de nuestro capital natural. Sin embargo, el obstáculo central es la fragmentación: las agendas de clima, biodiversidad y desertificación operan en silos, y ministerios como el de Agricultura y el de Medio Ambiente rara vez coordinan una visión conjunta, volviendo insostenible nuestro modelo actual.
Frente a este panorama, la restauración de tierras emerge como una solución probada y rentable. Para activarla, Miriam propone "moverse a un modo de crisis", una respuesta urgente que rompa con la parálisis actual y se sostenga sobre la voluntad política, la innovación y la acción colectiva a todos los niveles. Pero, ¿qué se necesita para alinear estas tres fuerzas y superar la fragmentación institucional que frena la acción coordinada? La respuesta nos lleva al corazón del sistema que nos alimenta.
Como señala Miriam, podemos vislumbrar un futuro sin combustibles fósiles, pero hay una realidad ineludible: "Nunca vamos a dejar de necesitar los alimentos".
Tres pilares para la acción regenerativa
Garantizar los derechos sobre la tierra. La tenencia segura, especialmente para pueblos indígenas y mujeres, es una condición indispensable para el éxito a largo plazo. Sin la certeza de que podrán cosechar los frutos de su trabajo, no hay incentivo para invertir en la salud del suelo.
Priorizar la tierra en la política y el gasto. La economía de la restauración puede generar entre 125 y 140 billones de dólares en rendimientos anuales, una de las oportunidades de inversión más inteligentes de nuestro tiempo. En la conversación, Miriam comparte ejemplos concretos de proyectos que ya demuestran su rentabilidad.
Transformar los sistemas alimentarios. Implica repensar todo el ciclo, desde la producción con prácticas agrícolas regenerativas hasta la reducción drástica del desperdicio de alimentos, que por sí solo equivale al tercer emisor mundial de gases de efecto invernadero.
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